lunes, 18 de julio de 2011

Ilusiones ópticas

(el siguiente relato fue escrito antes del partido entre Paraguay y Brasil, cualquier semejanza en el desarrollo de este con el primer párrafo de la siguiente crónica son mera coincidencia)



En el fútbol, la estadística tiene una influencia indirecta; tener la mayor posesión no siempre se traduce en peligro, contar con más corners que el rival no significa haberlo doblegado más veces; haber rematado más no garantiza marcar, y mucho menos la victoria. La estadística en el fútbol tiene importancia, si, siempre y cuando se plasme efectivamente en el desarrollo del juego. En otros deportes  contar con cifras mejores o peores que el adversario actúa directamente en el resultado; por ejemplo, recibir el doble de remates que el rival aseguraría el sometimiento ante la derrota definitiva, tal vez por esto el fútbol esconde esa brujería que nos sigue confundiendo en que no siempre jugar bien da la victoria; y los ojos,  ilusión óptica mediante, vuelven caer en la trampa al asentir ese dudoso axioma; otra razón para considerarlo el deporte más hermoso del mundo.
Si en el partido de ayer entre Argentina y Uruguay por los cuartos de final de la Copa América la estadística hubiese influido como lo hace en el tenis, el equipo argentino no hubiera necesitado de los penales para quedar eliminado. Uruguay, un equipo concreto que sabe que hacer dentro del campo, se las ingenió para incomodar a la selección nacional, la cual, ya era presa de sus propias limitaciones al intentar desarrollar un juego asociado,  o en la nula solidez defensiva, etc. si el partido de ayer era de tenis, Argentina presentaría unos datos alarmante de errores no forzados, basto argumento para quedar excluida de la copa en los noventa minutos.
Da igual la cantidad de buenos o excelentes jugadores que un seleccionado esparza sobre el campo de juego, ninguna individualidad asegurará el éxito, ningún proyecto a futuro puede basarse en la premisa de “los buenos jugadores”, el fútbol fue, es y será un juego de equipo, sin la práctica en conjunto, sin las asociaciones, sin la dinámica funcionando colectivamente, sin una idea que se extienda en la búsqueda de la homogeneidad, difícilmente se logren los objetivos, porque como ayer, Argentina pudo ganar el partido, si, por esas cosas del fútbol, contó con posibilidades, pero nunca dio buenas sensaciones, nunca llegó a ser un equipo, y el rival, perro viejo, con sus barreras individuales usó la unión y el trabajo, multiplicando sus aptitudes; cada jugador tenía una función en el campo de juego, la sabía, y estaba encomendada a ella, Argentina en cambio era lo que Messi (el mejor de todos) podía hacer, todo lo generado recaía en el crack, no por abnegación, más bien por falta de compañeros que logren seguir y juntarse para el juego; no por que Messi sea el encargado de las acciones redentoras que sacarán de los raquíticos últimos 20 años sin títulos al fútbol argentino, más bien se debe a una falta de plan a desarrollar. Me gusta creer que esto ha sido un tropiezo, que las limitaciones son hijas del comienzo de un equipo del cual sólo se tiene el boceto, un bosquejo apurado por la ansiedad y la falta de comprensión que reina en la prensa y la sociedad argentina, al fin y al cabo, no están separados los tantos, y el seleccionado no podrá jamás estar exento de esta manera de vivir; llena de vértigo, encono, e incapaz de pararse a comprender al prójimo o a lo que sea.
La selección necesita de un proyecto, el cachetazo copero tendrá que servir para hacer autocritica, la cual se tiene que dejar ver en los próximos partidos (difícilmente se llegue a vislumbrar en una conferencia de prensa post encuentro, nadie cortará cabezas en esas situaciones tan calientes, ya vivimos esos años, algo hemos aprendido). Que el boceto encuentre una idea, que la idea forje un equipo, que el equipo vaya puliendo a los mejores jugadores para implementar la imagen buscada. Sin dudas la copa dejó mal parado no sólo al técnico y su plan de viaje, sino que también, por cuestiones físicas o simplemente desprovistos del escalafón requerido, a varios jugadores del equipo titular, sobre todo, en lo que a la defensa describe; huérfanos de un sistema defensivo que se deje reconocer, se apeló (como muchas veces se hizo en el sector ofensivo) a hacinar defensores los cuales muchos de ellos no son ni la mitad de lo que supieron ser, y sin un procedimiento estratégico que los ampare, quedan desguarnecidos, haciendo de sus errores una patología en su juego y una condena para el equipo; volvemos a lo mismo, hay que comenzar un proceso, concebir un planteamiento, poder decir “ok, la selección juega a esto, la reconozco, perderá, ganará, pero sé de qué va la cosa” esto no pasa, y para que pase, hay que laburarlo con esfuerzo y cabeza, de esta manera, en la próxima competición del equipo nacional, los amantes del fútbol disfrutaremos de lo que Messi puede aportar al equipo y no de lo que tiene que hacer para salvarlo; los caminos pueden ser muchos, pero el punto de partida sigue siendo el mismo: un proyecto. Tal vez esta también sea la manera de lograr que lo extraordinario sea, por fin, lo que pasa dentro del campo y no apuntillar a los jugadores que no les interese entonar ciertos versos de guerra, o que no se de tanta cabida a los que insisten en revelar testimonios populistas para la plebe ansiada de humo; no nos olvidemos, lo sustancial en el fútbol sigue pasando dentro del terreno de juego, y para ser importantes en él, hay que saber jugarlo como lo que es: una dinámica aplicada al juego de equipo, Nada te asegura la victoria, ganar nunca es fácil, pero si hay que disponer de un conjunto apto y un plan refinado para competir. 

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